Como agua de lluvia

Octubre viene cargado de cambios, y el aire de la estación húmeda llega colmado de iones positivos que la verdad caen como agua de lluvia tras los calurosos meses de atrás. Las nubes ahora corren más rápido, dejando atmósferas que a mí por lo menos me crean estado de relax. Tenía ganas de luces uniformes, de ambientes móviles.

Cuando llueve la gente parece preocuparse mucho de no mojarse y… de lo mucho que llueve. «Hay que ver que mal día», «Que mala suerte que han tenido»…y yo a lo mío…agradeciendo al cielo que se olviden por momentos del fotógrafo, para poder estar más cerca.

Pero si además topas con una pareja que sonríe cuando ve que la tarde pinta regular, pues doblemente agradecido.

Conozco a Eli desde que era una niña y hoy es toda una mujer, enamorada de Luis, un geólogo que llego a su vida como un terremoto, que la sacude a base de risas, con epicentro en su corazón. Estuve con ambos unos minutos antes de la boda, preparándose en paralelo, pero unidos por la misma ilusión.

Eli asomaba por la ventana. Yo le dije que llevaba todo el año esperando para que me tocara una boda con lluvia y ella no podía creer que le estuviera diciendo eso. En cierto modo lo hice para romper los nervios, pero en realidad tenía ganas de sacar planos bajos los paraguas, de mojarme y pegarme al cristal de la ventanilla del coche para congelar seda y gotas de lluvia, de  plasmar la bella oscuridad que ofrecen las luces de los días así.

Luis salió del hotel en bicicleta, y en un claro que parecía estar escrito para él, llego a la iglesia justo a tiempo.

Celebraron su boda en Bodegas Campos. Bodas de noche. Con luces sutiles pero que rezan al blanco y negro. Noche desapacible que se hizo cálida entre las velas y el cariño familiar.

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